Si hubiera que señalar dos características fundamentales dentro de la gran diversidad de innovaciones y problemas que presenta la música occidental ''erudita" posterior a Erik Satie, el abandono de la altura corno parámetro generador de la organicidad de la obra y el uso consciente de la indeterminación y el azar aparecen en lugar privilegiado. Estos dos aspectos surgen con mayor nitidez al ser confrontados con el núcleo de la música centroeuropea de los siglos XVIII y XIX y sus derivados en el siglo XX.
La continuidad que es posible establecer, por ejemplo, entre J. S. Bach y Anton Webern -con todas sus etapas intermedias, reside, sin duda, en varios y complejos factores. pero resulta evidente que, más allá de los estilos y las intenciones, la organización de los materiales y la selección de los procedimientos otorga a la altura un papel prioritario. En una fuga de Bach, una sonata de Mozart, una sinfonía de Beethoven, un tema con variaciones de Brahms, una ópera de Wagner o el cuarteto op. 28 de Webern, es siempre a través de la altura que se establecen las relaciones más complejas y sutiles. Es ahí donde el compositor concentró la mayor parte de su escucha interna y de su esfuerzo imaginativo. La altura es el parámetro que organiza la música a nivel de las unidades más pequeñas y más grandes.