El voto es la forma más habitual de participación política. Sin embargo, cada vez es mayor la frecuencia con la que los sujetos recurren a modos alternativos de acción y a formas organizativas al margen de los partidos. En la actualidad (Sabucedo, 1996), el concepto de participación política incluye todas aquellas acciones intencionales, legales o no, desarrolladas por individuos y grupos con el objetivo de apoyar o cuestionar a cualquiera de los distintos elementos que configuran el ámbito de lo político: toma de decisiones, autoridades y estructuras. Asimismo, atendiendo al criterio de demanda o no de las mismas por parte del sistema, se distinguen dos formas: convencional y no convencional.
Sobre la base de las investigaciones previas (Inglehart et al., 2004; Sabucedo, Arce & Rodríguez, 1992), se ha realizado un estudio descriptivo de diferencias de grupos, de diseño no experimental transversal, con una muestra no probabilística de tipo intencional compuesta por 440 estudiantes de universidades oficiales de la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense.
Se estudiaron seis formas convencionales: leer sobre política, hablar de política, convencer a otros para que voten de igual manera, acudir a reuniones políticas, relacionarse con políticos y hacer campaña; y siete formas no convencionales: hacer peticiones, participar en manifestaciones legales, realizar boicots, participar en huelgas ilegales, dañar cosas y usar la violencia personal.