Si hay algo que llama particularmente la atención acerca de la figura de Monteiro Lobato es la imposibilidad de encasillarlo dentro de una categoría: ha revolucionado la industria editorial brasileña, ha fundado una literatura infantil, se ha mostrado como un intelectual comprometido con los problemas sociales y políticos de la época, ha intentado dar a conocer y difundir la literatura brasileña en otros países de América Latina y del mundo, así como ha traducido gran cantidad de clásicos de la literatura universal al portugués, publicándolos y difundiéndolos asimismo en su país.
Marisa Lajolo ha dicho en uno de sus textos sobre este autor: Monteiro Lobato puede ser una clave para el estudio de estas relaciones literarias latinoamericanas. Por lo tanto es hacia él que llamo la atención de los colegas, invitándolos a revisitar la obra del escritor que habitó en los estantes de lectura y en los corazones infantiles de América Latina, de México a la Patagonia, de los Andes al Pão de Açúcar. (Lajolo, 2002:1) Retomando esta sugerencia, dejaremos para otra oportunidad el análisis de la trayectoria de Monteiro Lobato como figura paradigmática de la producción literaria y de la industria editorial de la primera mitad del siglo XX, para centrarnos en la relación que estableció con sus pares latinoamericanos. En particular, nos focalizaremos en su diálogo con el escritor Horacio Quiroga, con quien expresó tener grandes afinidades estéticas, deteniéndonos en lo que constituía para estos dos autores su proyecto de escritura, y su puesta en práctica en el campo de la literatura infantil particularmente.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)