“El mar y la serpiente” se inmiscuye en sus lectores y los encierra de a poco en el juego que propone. A través de una voz que está en el recuerdo de todos, en algún lugar del imaginario de lo que fuimos, construye esta ficción tan cercana a la realidad.
La construcción del personaje de este relato, especialmente su voz, provoca una identificación de los lectores con la obra por su verbalización de un “nivel anterior a la palabra” (Humphrey, 1953:12). Funciona así como un espacio de encuentro entre el lector consigo mismo, primero; entre el lector y la obra, luego; y por último, entre el lector y la historia reciente de nuestro país. Encuentro imprescindible para construir identidad.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)