En la cocina tradicional, el cuerpo se involucra profundamente con los alimentos y abarca el espacio y tiempo de la cocina. La experiencia, la historia, los saberes culinarios de los cocinero/as están encarnados físicamente en sus cuerpos. Ello/as reproducen/producen sus prácticas alimentarias en forma de habitus(Bourdieu 1991, 1999).
En contraposición, la cocina “gourmet” instaura otros usos y sentidos sobre el cuerpo, unos más disciplinados y que actúan como dispositivo. Legitima un saber formal, enraizado en las relaciones de saber/poder que legitiman los discursos modernos de la salud, la estética y la higiene.
Los cocineros tradicionales desarrollan sus prácticas alimentarias en continua tensión con el discurso normativo y disciplinador de la cocina “gourmet”, y a su manera, desarrollan tácticas como formas de resistencia. En el centro de la discusión entre ambos postulados está la relación cuerpo-comida, ya sea como fuente de salud y vida o como fuente de placer y subjetividad.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)