Este trabajo se propone indagar en un aspecto básico del desempeño actoral: ¿cuál es el carácter de la acción realizada en el escenario? ¿Cuál es su relación con la acción realizada fuera del mismo y cuáles sus diferencias? Dado el logocentrismo del teatro occidental, la Actuación ha reportado siempre un problema. El carácter acontecimental del desempeño actoral ha suscitado su necesaria subordinación a algún tipo de principio que lo torne previsible y controlable. Esta función ha recaído fundamentalmente en el principio de representación, es decir, en el sometimiento al texto dramático (volviéndose superlativa entonces la figura del autor), y muy posteriormente, en su representante escénico, el director.
Partiendo de esta disposición jerárquica del hecho teatral, la acción del actor se reduce a una ilustración de la acción narrativa provista por el texto. En este sentido, la acción en escena queda definida por una suerte de incompletitud o simulación que la distanciaría de la acción en la vida cotidiana. No obstante, y como veremos, este argumento resulta insostenible y no es aplicable a la totalidad de los casos, aspecto que lo vuelve inutilizable como fundamento de una definición de la acción escénica.
La hipótesis que proponemos es la de la inexistencia de características particulares e intrínsecas que distingan a la acción actoral (la acción efectuada por un actor en escena), de la acción cotidiana (la acción llevada adelante por un sujeto cualquiera fuera de la escena). Con el fin de argumentar esta afirmación, analizaremos las dificultades de la aplicación de la noción de representación a la acción actoral, indagaremos en la caracterización de lo teatral a partir de una dimensión de desdoblamiento, y una vez fundamentada la inexistencia de propiedades diferenciales de la acción actoral, postularemos que la particularidad de la misma radica en el posicionamiento del sujeto en una situación determinada (Merleau Ponty: 1975), a la que denominaremos y caracterizaremos como “situación de actuación”.