¿Alguna vez en la vorágine de las corridas del día a día, te detuviste a mirar lo que sucede a tu alrededor? Les cuento mi experiencia. Cuando mi recorrido es ir al centro de la ciudad, sobre todo de lunes a viernes, observo a quienes me rodean, personas tan anónimas, como yo para ellos, y me encuentro con el mismo panorama. Individuos de todas las edades y hasta de diferentes nacionalidades conectada. Escucho en el colectivo, en las calles, en los patios de comidas, lugares públicos o privados, el silbido típico del wasap o el ringtone del grupo favorito del propietario del celular. Siempre gente hablando, chateando, mandándose mensajes de texto, visualizando páginas de internet. Y me pregunto ¿cómo y dónde aprendieron a utilizar esas herramientas, esas aplicaciones? en la escuela, leyendo un manual, preguntando, o simplemente fueron autodidactas.
Es increíble ver cómo como cruzan las calles sin prestar demasiada atención, ver en las aulas cómo están más atentos a sus teléfonos móviles que a lo que les explica el profesor; ver cómo están conectados y desconectados a la vez. Sin lugar a dudas las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC), forman parte inherente de nuestras vidas, de nuestra cotidianeidad, de nuestra cultura.
Lamentablemente, las TIC básicamente se utilizan para saciar el ocio, simplemente para estar a la moda y estar conectados. Y me pregunto ¿qué pasaría si fusionáramos y trasladáramos ese ocio, esa potencialidad de ser autodidactas a las aulas? ¿Qué sucedería si nos empoderamos de las TIC para enriquecer y reconfigurar cognitivamente el proceso de enseñanza y aprendizaje? ¿Qué cambiaría si aprovechásemos el caudal de posibilidades y herramientas online que nos ofrecen las nuevas tecnologías dentro de las aulas?