En 1948, el arquitecto Alejandro Bustillo encargó a su hijo César (1917-1969) la decoración del hall del Gran Hotel Provincial de la ciudad balnearia de Mar del Plata.
Se trataba de un pintor que hasta el momento no había recibido el reconocimiento del medio artístico y cuya reputación distaba en buena medida de la de su padre, una figura de autoridad en el campo de la arquitectura y de la cultural nacional que, entre las décadas del treinta y del cuarenta, por encargo oficial, había proyectado varios de los edificios públicos y parques más representativos de la Argentina. Bustillo-hijo accedió al pedido como una “colaboración desinteresada”, sin mediar ningún tipo de contrato formal ni remuneración económica.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)