La epifanía, del griego “manifestación”, es un concepto ligado a acontecimientos religiosos, tales como revelaciones interpretadas por profetas, chamanes o brujos que veían en ellas una evidencia del “más allá”. En el cristianismo se otorga un carácter epifánico, por ejemplo, a la visita de los Reyes de Oriente al Niño Jesús recién nacido, revelando así tempranamente su carácter divino y también al primer milagro realizado por Jesucristo cuando transforma el agua en vino en las bodas de Canaán. En la Edad Media la epifanía abarca también a la producción del objeto artístico, que reflejaba el orden aristotélico del Universo. Dirá Umberto Eco, en 1998, “Si quitamos el Dios trascendente del mundo simbólico medieval, tenemos el mundo de Joyce”. El tema de las epifanías en Joyce tiene un carácter de revelación estética y se abre a dos lecturas, obviamente diferentes, si lo vemos desde la Literatura o bien lo hacemos desde una clínica psicoanalítica.