Los actos de violencia en las escuelas atraen, con independencia de los sujetos que los protagonizan, las miradas de funcionarios, docentes, “especialistas”, público en general y generan o incentivan discursos de tinte ético (“repudiamos lo acontecido”), nostálgico (“esto antes no pasaba”), pseudo diagnóstico (“se han perdido los valores”), pseudo explicativos justificatorios (el agresor “era tímido y lo marginaban”). La mayoría de los medios de comunicación masiva aportan lo suyo enfatizando los aspectos más escabrosos que, por ende, incrementan las ventas o el rating y aportando presentaciones que parecen generales pero no dejan de ser parciales (“es el tercer hecho de violencia en lo que va del año”).
Sin invalidar, ni tan siquiera replantear estas posiciones, pero señalando que las mismas no superan, ni pretenden hacerlo, las particularidades de cada caso, proponemos adicionar una mirada orientada al fenómeno global y centrada en los aspectos cuantitativos. Contamos para ello con la base del “Cuestionario del Alumno” del Operativo Nacional de Evaluación de la Calidad Educativa del 2010 (ONE 2010). A dicho cuestionario respondieron los alumnos que asistían al último año del Nivel Secundario en los colegios, tanto de gestión pública como privada, de la provincia de Buenos Aires. Los aspectos sobre los que se indaga abarcan desde composición familiar, bienes en el hogar, condición de ocupación del alumno, hasta sus niveles de desempeño en las materias de Matemáticas y Lengua, pasando por las situaciones de violencia que pudo observar o en las que se vio involucrado el estudiante.