“El aprendiz de una segunda lengua -sostiene Félix-Brasdefer (2004)- requiere no sólo de un conocimiento gramatical sino que también necesita poseer un conocimiento pragmalingüístico y sociocultural sobre las formas lingüísticas y las normas sociales de la cultura meta para producir y comprender actos de habla”. Esta consideración, de validez general, adquiere aún mayor relevancia para los estudiantes en contexto de inmersión ya que tal conocimiento facilita la creación y el sostenimiento de vínculos sociales en un marco que es potencialmente más sensible a los malentendidos, fuente de conflictos y de estereotipos negativos.
Así, el presente trabajo se propone, por un lado, reflexionar sobre esta problemática y su tratamiento no “ocasional” sino focalizado desde una mirada que la contemple desde su naturaleza transversal e intercultural y, por otro, destacar la importancia de incluir en nuestras clases de ELE el conocimiento y práctica de estrategias de cortesía –en este caso particular de la atenuación– como opción puesta al alcance de los aprendientes para que, en el marco de la toma de decisiones, cuenten con todos los elementos que les permitan alcanzar la competencia pragmática, entendiendo por ella “la habilidad para usar el lenguaje eficazmente a fin de alcanzar un propósito específico y entender la lengua en relación con su contexto” (Piatti, 2002).