El 10 de diciembre de 1983 constituye una fecha que marcó un punto de inflexión en la historia de nuestro país. Formalmente, con el inicio de la presidencia de Raúl Alfonsín, se puso punto final a 7 años de dictadura cívico-militar produciendo una serie de cambios. La sociedad argentina transitó esta etapa con muchas expectativas hacia el futuro.
Una etapa de transición política en una sociedad da cuenta de un período en el que las características del sistema anterior persisten aunque debilitadas y conviven con las características propias del nuevo sistema. La transición fue un proceso lento, complejo, que presentaba una particularidad: la última dictadura cívico-militar buscó la salida democrática cuando ya estaba completamente desacreditada por gran parte de la población del país y por el resto del mundo que denunciaba la violación a los derechos humanos. El “nunca más” estaba presente y marcaba fuertemente esta nueva etapa que se inauguraba en 1983.
Alfonsín hizo uso de todos los instrumentos y mecanismos que validen la democracia en pos de su consolidación. En ese sentido, la agenda del gobierno radical en relación a la política exterior fue uno de los dispositivos claves desde donde se planteó “el vínculo exterior como creador de la transformación, la independencia como condición para el vínculo y el vínculo como protector de la democracia”.