La poesía didáctica no era considerada por los antiguos griegos como un género en sí mismo sino que formaba parte del más amplio canon de la poesía épica.
Sin embargo, la discusión acerca de la posibilidad de plantear la existencia de un “género didáctico” de poesía y los rasgos que a él lo definen han sido y son objeto de numerosos debates en el ámbito de los estudios clásicos (Toohey, 1996; Volk, 2002; Sider, 2014).
Si atendemos al corpus de la poesía griega, vemos que en algunas de sus obras se destacan ciertos elementos primarios que pueden configurar un género didáctico, tales como la figura de un instructor, el de un cuerpo de conocimiento que deber ser impartido y la figura de un alumno, ya sea identificado con un personaje dentro del texto o con el del lector en general (Fowler, 2000, 205). En tal sentido, los fragmentos elegíacos de los Aitia de Calímaco (fundamentalmente en los dos primeros libros) con el continuo intercambio de información erudita entre el poeta-narrador y las Musas, juegan, notablemente, con la tradición de este tipo de poesía y admiten una posible clasificación de esta obra calimaquea en la genérica etiqueta de “poema didáctico” (Harder, 2007; 2012, 27-30; Kaesser, 2005).