La masificación de la educación superior y el fin del carácter elitista de este nivel educativo es uno de los rasgos más relevantes de las transformaciones ocurridas en la sociedad chilena en los últimos años, implicando cambios sustanciales en las aspiraciones de futuro y proyectos educativo-laborales de las nuevas generaciones de jóvenes y sus familias. Este hecho no puede desligarse del surgimiento de nuevas demandas sociales respecto al objetivo, modalidad de implementación y financiamiento del sistema educativo, constituyéndolo como el tema más relevante de las políticas públicas en los últimos años.
El número de estudiantes en la educación superior ha tenido un crecimiento vertiginoso en la última década. Mientras que en el año 1990 la matrícula bruta en el sistema alcanzaba al 16,9% de los jóvenes entre 18 y 24 años, en el año 2011 esta se empinaba al 48% del total, representando una cifra superior al millón de personas de este tramo de edad. En los años recientes, la tasa de ingreso al sistema de educación superior por cada cohorte supera el 60% del total de egresados de la enseñanza secundaria, manteniéndose una tasa de incremento constante, particularmente en los sectores de menores ingresos sector que, hasta hace poco, evidenciaba un rezago significativo en relación al resto.
Este aumento de la cobertura ha sido liderado por la oferta del sector privado de la educación superior que concentra más del 75% del total de la matrícula de nivel superior en la actualidad.