A comienzos del siglo XX, la mayor parte de los médicos que concurría a los hospitales públicos lo hacía de manera gratuita. Su sustento material se concentraba generalmente en la atención que realizaban en su consultorio privado, tras adquirir un inmueble y las herramientas necesarias para atender a sus propios pacientes mediante cobro directo. Hoy en día, estos profesionales deben alquilar su consultorio junto con otros colegas y los pacientes que atienden no son propios sino que acuden a consultarlos por intermediación de las obras sociales y prepagas, para las cuales trabajan.