Mi experiencia como profesora de Lengua y Literatura en la Escuela de Comercio N°4 de San Telmo, me ha provocado muchas idas y vueltas a la hora de pensar y planificar mis prácticas docentes. La mayoría de los alumnos que concurre a esta escuela vive en condiciones de gran marginalidad. En general, han tenido un paso intermitente por la escolaridad, muchas veces con un alto grado de conflictividad y otras, de total indiferencia. Frente a las problemáticas que muchas veces se presentan a la hora de llevar adelante las clases, la realidad que describe Beatriz Bixio, se hace evidente: “No conocemos sus estilos de aprendizaje, sus modos de orientar los significados, sus órdenes de relevancia y significación (códigos), sus pautas nativas de interpretación tanto de los enunciados como de los gestos, miradas, guiños. No conocemos a sus familias, sus barrios; en definitiva, no los conocemos” (Bixio, 2007: 4). Se me plantean, entonces, dos interrogantes –que no son otros distintos a los que conviven conmigo en el día a día– a tener en cuenta en este análisis:
-por un lado, cómo llevar adelante las clases de Lengua y Literatura cuando entendemos que el lenguaje que enseñamos es reproductor de una visión de clase;
-por el otro, si pensamos en la literatura como habilitadora de un espacio para opinar sobre el mundo, cómo encarar el trabajo cuando enfrente hay unos adolescentes a los que han convencido de que su opinión no es válida.
Estas problemáticas planteadas tienen la intención de movilizar una reflexión que acompañe a la hora de tomar decisiones acerca de los modos en que se pondrán en circulación los conocimientos. Si bien son dificultades que coexisten diariamente, justamente están expuestas para ser revisadas y con el objetivo central de seguir pensando cómo asegurar la igualdad en el acceso a los bienes simbólicos. En contraposición, claramente, a lo que Marta Negrin (2011) denomina la “lógica del retaceo”, es decir, aquellas prácticas en las que los contenidos a enseñar se clasifican según lo que se supone que son los intereses y las capacidades de los diferentes sectores sociales.