Hannah Arendt escribió que Benjamin se sentía más atraído por la teología que por la religión, aunque “no era ningún teólogo”. Hay en Benjamin, empero, un uso productivo de figuras teológicas infierno, paraíso, caída, culpa, escatología, creación, redención, juicio final, Adán, Génesis, ángeles, profecía, revelación, castigo, Mesías, anticristo, conmemoración, Halaja, Haggadah para citar las más renombradas en la obra del berlinés, que se aparta del contexto convencional de la historia de la religión, pero que inocula la teología en su pensamiento, como antídoto contra la cosmovisión secular y “burguesa” de su tiempo y contra sus correspondientes ideologemas académicos: el historicismo, el positivismo y la filosofía de la conciencia. No apareciendopor ende como foco temático ni como apartado o fragmento de la obra de Benjamin, ni en calidad de doctrina, ni en calidad de principio, la teología impregna, sin embargo, la gramática y el lenguaje del corpus benjaminiano.