En la actualidad, se puede afirmar sin tapujos que la obra del peruano José Carlos Mariátegui ocupa un lugar privilegiado en el universo intelectual y político de Latinoamérica. También se puede afirmar que el radio de influencia de su pensamiento se extiende mas allá de las fronteras de nuestro continente. La originalidad y el carácter renovador de su obra lo sitúan, junto con Antonio Gramsci, a la cabeza de una generación que introdujo una bocanada de aire fresco en aquella corriente ideológica que tan importante papel jugó en los vaivenes políticos, sociales y culturales del siglo XX: el marxismo.
El pensamiento de Mariátegui es, al igual que el de todos los intelectuales, hijo de la época en la cual fue concebido. Los años veinte fueron un periodo de transición en casi todos los órdenes de la vida del ser humano, transición de la cual muchos de sus contemporáneos fueron perfectamente conscientes. La voz de Spengler, que vaticinaba el ocaso de la civilización occidental y el inicio de una nueva época no era, en absoluto, una voz aislada. Intelectos provenientes de las mas diversas disciplinas y espectros políticos eran afines a esta sensibilidad, a este sentimiento ante una transformación que se manifestaba, antes que nada, en los hechos concretos.