El complejo despliegue de la modernidad incluye una actitud ambivalente respecto de sus ideas más importantes: la racionalidad, el progreso, la ciencia, la centralidad del sujeto, etc. Esto es, también se constata, además de los aspectos gnoseológicos ilustrados, una crítica inmanente a una subjetividad fuerte, a la confianza en la racionalidad y en la ciencia así como un continuo socavamiento de cualquier instancia fundamentadora. Podría sostenerse como lo hace Antoine Compagnon que la modernidad contiene su propia antimodernidad, puesto que los antimodernos, dice, no son otros que los modernos en dificultades con los tiempos modernos, con el modernismo o la modernidad. Este componente autocrítico, en muchos casos romántico, se encuentra principalmente en el arte y la reflexión sobre el arte. Allí es donde más tempranamente se señalan las dificultades de un desarrollo desequilibrado de la modernidad así como lo que podría denominarse la crisis cultural ligada al avance del capitalismo. En este marco, el trabajo propone, primero, volver sobre un pequeño conjunto de textos y obras artísticas contemporáneos entre sí, que constituyen documentos fundantes de la modernidad. Se pretende mostrar cómo en ellos se establece el doble papel que cumplirá la producción y reflexión estética: uno, la negatividad crítica y dos, la posibilidad de salida superadora.