En el campo teatral español de la frontera de los siglos XX y XXI, destacan autores cuyas obras se caracterizan por su conexión con la realidad actual y su fe en el teatro como medio de expresión del compromiso “con su tiempo y con su historia que no está reñido con el compromiso con su propia creación artística” (Ortiz Padilla,2006:737). Laila Ripoll (Madrid, 1964) da sobradas muestras de ello a lo largo de su trayectoria dramática, con obras que han merecido reconocimiento unánime y premios como el Caja España y el José Luis Alonso, entre otros. Aunque no de forma excluyente, un asunto se torna eje en su teatro: la guerra civil y sus consecuencias, con todas sus miserias, sufrimientos, alienaciones e injusticias. La autora ha confesado que “es importante que en la dramaturgia se hable de la memoria como pasado para poder superarlo”, y lo hace en su Trilogía de la memoria, compuesta por Atra bilis (2001), Los niños perdidos (2005) y Santa Perpetua (2011).