Durante el último cuarto del siglo XIX, Leopoldo Alas logró capitalizar para sí una posición indiscutible como crítico de actualidad. Dentro de ese campo, lo teatral fue tema recurrente de sus comentarios periódicos. Reseñas sobre puestas en escena de clásicos y contemporáneos, y artículos reflexivos sobre el estado del teatro español en general –tanto con respecto a sus textos como también a sus puestas–, son variables comunes en aquella producción ensayística cotidiana con la que Clarín terminaría estableciendo la legitimidad de algunas tendencias y descartando otras. Este proceso cuajó de manera tan evidente que llegaría a valerle aquel mote con que Unamuno se refirió a su rol como el de un “aduanero de las Letras” en España.