En este trabajo me referiré a los huérfanos fantasmas que hunden sus raíces en lo gótico de la cultura española pero que lo resignifican otorgándole un sentido político a la orfandad. A la tragedia que conlleva toda muerte, a la separación ya de por sí traumática de padres e hijos se anexa la vinculación de un Estado que se representa a ojos de los narradores como demoniaco. A algunos de estos huérfanos les tocó ser educados al margen del sistema, en asilos del Auxilio Social o en orfanatos aislados, estancados en desiertos, bosques o montañas. Los asilos se constituyeron como lugares de sacrificio donde la ofrenda a los dioses de la Patria y la Iglesia eran los mismos niños. Otros fueron destinados al servicio de los vencedores, marginados como hijos de una derrota que no protagonizaron. Muchos de estos niños murieron de manera trágica: por las bombas durante la guerra, fusilados junto a sus padres, en las cárceles a causa de las epidemias, en los orfanatos a causa del hambre y las torturas.