El escrache, desarrollado por las distintas regionales de H.I.J.O.S., no es un fin en sí mismo sino una herramienta política para alcanzar la condena social.
El escrache ha sido apropiado en diversos contextos en nuestro país y fuera de él, siempre teniendo como objetivo visibilizar, señalar, inicialmente genocidas y represores y luego a culpables de distintos hechos. Es una herramienta contra la impunidad y el silencio, cuando la justicia y el poder político deciden mirar hacia otro lado.
El escrache es hoy una palabra común, con un sentido claro, aunque muchas veces banalizado y (no de manera ingenua) malinterpretado como una acción fascista. Pero en algún momento, a mediados de los ’90, cuando las Leyes de Impunidad estaban vigentes y los indultos liberaban genocidas, H.I.J.O.S. fue construyendo, a fuerza de tenacidad, imaginación política y organización, un nuevo sentido para esa palabra del lunfardo: el escrache se transformó en la herramienta para que “el país sea su cárcel”.