Todas las aulas están habitadas por personas diferentes. Sin embargo, durante mucho tiempo y gracias a un espíritu homogeneizante que estuvo en la base histórica y política de nuestro sistema educativo, vivimos una ilusión de homogeneidad, la falsa certeza de que todos aprendemos más o menos de la misma manera, sentimos medianamente las mismas cosas. La inclusión de un estudiante ciego en un aula “común” nos enfrenta a esta ilusoria realidad, nos interpela, nos obliga a poner en cuestión muchas de nuestras ideas y conocimientos. El presente trabajo relata el origen, planificación y desarrollo de una experiencia de inclusión en un aula de matemática del Colegio Nacional “Rafael Hernández” de la ciudad de La Plata. “Ponerse en el lugar del otro” fue la consigna con la que comenzó a delinearse una jornada en la que todos vivenciamos el mundo de una manera diferente.