Nicolás Casullo comienza su producción novelística con Para hacer el amor en los parques, editada por primera vez en noviembre de 1970, producto de su viaje al París de 1968, y prohibida mediante decreto por la Secretaría de Cultura el 21 de enero de 1971, finalmente reeditada en 1984 y luego en 2008.
Escribe, durante su exilio mexicano, paralelamente a sus ensayos en la revista Controversia, su segunda novela El frutero de los ojos radiantes, que fuera publicada en 1984, a su regreso, tras recibir el Premio Pablo Poblet, por un jurado integrado por Enrique Pezzoni, Beatriz Sarlo y Héctor Tizón. Novela “vertiginosa, aluvional, barroca, alucinada, espléndida en sus descripciones de una ciudad fantasmagórica”, en palabras de Ricardo Forster (2013:17), narra la historia de su abuelo Nicolás Antonio, que había llegado a Buenos Aires en medio de la peste de 1870, y culmina en los albores del primer peronismo. Se percibe la imagen de una patria ensombrecida, de recuerdos propios y ajenos, signada por el deseo por recobrar los sueños frustrados. Casullo se sumerge en sus historias familiares, proponiendo una saga mítica de una “ciudad extraviada, en sus propias pesadillas que asumieron la forma de un país en estado de convulsión y catástrofe” (Forster 2013: 115)), que volverá a aparecer en sus otras novelas: en la ciudad de las conspiraciones y los enigmas de La cátedra (2000) y la ciudad pos-apocalíptica de Orificio, editada póstumamente (2011).