La secuela de los dramas individuales y colectivos por la magnitud de lo vivido durante el proceso autoritario y dictatorial así como el trauma social generado, en ocasiones escondidos en el silencio, hacen que falte mucho por conocer de aquellas décadas funestas. Ante ello, las generaciones más jóvenes no solo manifiestan desconocimiento sino también impacto emocional al saberlos ciertos. Estos corolarios gravados como huellas ocultas de la historia reciente se han alimentado por lo “no dicho”, lo “no contado”, lo “no hablado”, tanto en lo individual como en lo colectivo.
En efecto, si de la represión y sus consecuencias existe aún un debe en la narrativa pública, más aún puede afirmarse de ese otro universo del estado de violencia.
Se trata de aquel configurado por la resistencia al orden establecido y el compromiso de bregar por la derrota dictatorial. Dentro de este universo militante distintas fueron las condiciones y expresiones que cotidianamente se fueron configurando dentro de aquel periodo que encierra la irrupción y destrucción de la institucionalidad democrática.