Frente al advenimiento de los grandes medios de comunicación y propagación de los bienes culturales que subsumen al arte a los modos de la esfera de la producción, Adorno traza su diagnóstico de la industria cultural de la primera mitad del siglo XX con la experiencia de la razón puesta al servicio de la dominación del hombre. La cultura pierde su carácter subversivo y se abandona la sublimación de las pulsiones del autor: reina el principio del “siempre lo mismo” y el complejo de castración que se compensa con las promesas de la publicidad.
Con el devenir del siglo, Habermas retomará los postulados de sus predecesores de la primera generación de la Escuela de Fráncfort, e introducirá su concepto de acción comunicativa con el lenguaje como principio de integración social, el cual sin embargo deviene en un proceso de racionalización del mundo de la vida que tiende a deslingüistizar las interacciones a través de los medios de control poder y dinero, pero que encuentra en la cultura aún un reducto de negociación para el consenso.
Una relectura de algunos de los exponentes fundamentales de la Teoría Crítica, para enjuiciar a la cultura de masas y repensar su potencialidad hoy.