Es fácil de entender hoy, y parece del sentido común, la idea de experiencia como aquello que, de lo vivido, el individuo ha recogido como propio e indefectiblemente acertado. La experiencia aparece clara. Si hay algo que esta justamente debería hacer, es dar cuenta de algo, poder afirmarse y acumularse.
No es sin razón que la Real Académica Española en su 22° edición digital la defina como:
“Hecho de haber sentido, conocido o presenciado alguien algo / Práctica prolongada que proporciona conocimiento o habilidad para hacer algo / Conocimiento de la vida adquirido por las circunstancias o situaciones vividas / Circunstancia o acontecimiento vivido por una persona / Experimento.” Cada una de estas afirmaciones que intentan definir la experiencia nos sirven al caso de este trabajo, para desmenuzar los supuestos inscriptos en ellas y que de alguna forma son aceptados.