Justo en el momento en el que las contradicciones se profundizan la contradicción parece haber pasado de moda. Las lecturas schmittianas del kirchnerismo como una política de la enemistad fueron respondidas por una retórica del equipo, del “vamos juntos” que también pretende diferenciarse de una política dependiente de grandes liderazgos. El equipo entonces no es sólo un modo privilegiado de trabajo en la gestión pública sino un prisma desde el que puede observarse el modo en el que el PROyecto del gobierno argentino entiende a lo colectivo mientras busca movilizarlo.
La política contemporánea se sabe cada vez más dependiente de la capacidad de articularse con sueños colectivos y así movilizar afectos. Es evidente que la mayor o menor capacidad de producir esa movilización no permite distinguir entre sus sentidos. Incluso, sabemos que la movilización de sueños no es una capacidad restringida a los regímenes democráticos; aun más, ni siquiera está reservada al ámbito de la política sino que ésta aprende cotidianamente de la publicidad que posee el “saber experto” sobre los métodos de producción de sueños y movilización de deseos.