El fenómeno del liderazgo es uno de los más difundidos en la sociedad. La proliferación de situaciones en los que un grupo o una masa de hombres son conducidos por “un” individuo parece ir a contrapelo de dos de las grandes tendencias u improntas que caracterizan, según el sentido común sociológico, a las sociedades modernas.
Así, la importancia que todavía revisten los jefes políticos, los líderes deportivos y de opinión, no menos que los denominados, en el marketing empresarial, “líderes transformativos”, es indicativa de los límites con los que se confrontan los procesos de racionalización y de individualización -sobre los que tanto ha insistido la teoría sociológica clásica y contemporánea- en múltiples ámbitos de prácticas.
Contrariando las imágenes, distópicas, de una sociedad cada vez más burocratizada y administrada, los diagnósticos sociológicos de la des-incrustación de los individuos respecto de los roles sociales, no menos que la apelación, muy difundida en nuestras culturas neoliberales, a la independencia y el desarrollo personal, cabe advertir cómo grupos enteros de personas y auténticas multitudes, se encuentran, todavía, bajo el influjo de unos pocos individuos.
(Párrafo extraído a modo de resumen)