La noción de comunidad ha sido central para el pensamiento sociológico y filosófico. Las implicancias que esta noción carga; la pesada deuda que grava a los sujetos coartando la libertad individual, su relación con la configuración de un pasado posible o soñado, su instigadora potencia para resistir durante la Modernidad a los modos y presupuestos para construir lo social, las posibilidades siempre latentes de conformarse en formas nuevas, han hecho de la comunidad una idea que parece ser irrenunciable.
La sociología en los comienzos de su institucionalización, en parte, se ha valido del par en oposición: comunidad – sociedad, para conformarse y fundamentarse como disciplina que estudiaba los cambio que las sociedades occidentales de fines del siglo XIX y principios del XX experimentaban. En este sentido, De Marinis (2005) afirma que tal proceso puede verse en las preocupaciones y elaboraciones de los padres fundadores de la sociología, con mayor y menor reconocimiento, como ser el caso Weber, Durkheim y Tönnies, entre otros.
(Párrafo extraído a modo de resumen)