En la ficción narrativa para niños Natalia y los Queluces, de Santiago Kovadloff, originalmente publicada en 1993 (y reeditada en 2005), es posible rastrear algunas claves convergentes y divergentes en torno de los cuales la poética de Kovadloff se organiza sémicamente. Los actantes de la diégesis son seres fabulosos, siempre migrantes aéreamente (ángeles, aves, nubes, caballos voladores, globos) o bien humanos que, mediante atributos que, distorsionando sus capacidades, configuran un nuevo tipo de entidad ya no homínida. Los rasgos humanos, por cierto, se acentúan aún más al verse cruzados con los fabulosos, por contraste, pero también en función de que lo humano, metonímicamente se recorta contra la enorme totalidad de las posibilidades del ser, esta vez divulgadas en una exuberancia sobrenatural.