Las Redes Sociales (RRSS) son una realidad, un hecho. En la última década se masificó y se intensifico su uso. Todos nos conectamos a través de WhatsApp, usamos Facebook cotidianamente y los más jóvenes avanzan en el Snapchat. Esta realidad ya ES, pero ES una realidad virtual, y le es propia una opacidad, cuya complejidad intentaremos abordar. Nos aparece como realidad, una realidad que es virtual y tecnológica; una realidad que está en disputa y que es parte de las disputas de poder mundial.
El concepto de Red Social (RS) remite cada vez menos a la “red de vecinos que se auto organizan en un barrio, de trabajadores en un sindicato, etc.” y nos remite, cada vez más, a modos de organización mediados por instrumentos/espacios virtuales, lo cual, lejos está de ser un devenir “natural”, sino que es el resultado de relaciones de poder que construyen la virtualidad. Uno de los dispositivos para lograr la imposición de esta virtualidad es la invisibilización de las relaciones de poder a partir de la construcción de la apariencia sistémica de una “democracia”, “libertad” e “igualdad” dentro del mundo de las Redes Sociales Virtuales, que atraviesa, incluso, el cómo las nombramos. Las RRSS son un dispositivo complejo, que hace a la construcción de vínculos sociales; que produce increíbles ganancias; que instala masivamente ejes-temas económicos, sociales y políticos que provocan comportamientos, que construye sentido y subjetividad en los propios “usuarios-consumidores”.