La actuación docente demanda hoy una amplitud de funciones. Saber la disciplina a enseñar o ser un técnico que aplica conocimientos pedagógicos no es suficiente. Las aulas reclaman la presencia de profesionales capaces de desarrollar actividades en contextos escolares complejos y dinámicos, que desplieguen competencias específicas, relacionadas con el diagnóstico, análisis y toma de decisiones, que faciliten la intervención fundamentada en enfoques socio-constructivistas, que asuman la tarea con responsabilidad, que formen equipos con la colaboración de los pares y otros agentes sociales (Ramírez et al., 2015).
El “nuevo perfil docente” implica que los maestros y profesores sean actores que dominen su materia. No basta con ser “técnicos” que posean las competencias básicas de su trabajo como educadores; también deben ser buenos “artesanos”, capaces de elaborar materiales didácticos propios, de generar recursos, de emplear efectivamente las tecnologías, de reflexionar críticamente acerca de la bibliografía y los documentos curriculares, de revisar sus prácticas y, en consecuencia, de lograr la anhelada transformación en “actores sociales” relevantes y comprometidos.
Este nuevo perfil docente demanda una formación que no siempre está presente en las instituciones educativas. En este proyecto hemos puesto el foco en la gestión de estrategias que permitan el acompañamiento para concretar la esperada transformación.
Por lo tanto, se considera relevante, que los docentes resignifiquen la alfabetización científica, que valoren los contenidos, que perciban el aprendizaje como la posibilidad de apropiarse de conocimientos pero también, que se comprometan en las actividades y sean auténticos protagonistas que comuniquen sus ideas, que expresen sus opiniones y fundamente sus puntos de vista.