El abandono de los cursos, el atraso en los estudios y los bajos porcentajes de graduación son las marcas más fuertes de los problemas por los que atraviesan las universidades nacionales y latinoamericanas (Escurra, 2012; Herrera, 2010). Al igual que en otras carreras universitarias, el fracaso académico de los estudiantes en la carrera de Medicina se registra con mayor fuerza en los primeros años de los estudios (Santos Treto et. al, 2010). En general, el problema se caracteriza de forma cuantitativa desde los rendimientos académicos plasmados en las notas, los índices de reprobación y los estándares evaluativos establecidos por las instituciones universitarias (Barrovecchio et al, 2013); sin la suficiente atención de los cambios que trae aparejado el estudio universitario para los estudiantes, no sólo por las exigencias en el ritmo de vida sino también por la metodología de enseñanza que emplean los docentes, la necesidad de adaptarse a los dispositivos educativos, convenciones, reglas y lenguajes propios de las áreas disciplinares, es decir, a como hablan, leen, piensan o escriben los expertos (Palacios y Schinella, 2013).