Los medios de comunicación han sido utilizados como un instrumento de poder por parte de sectores políticos y filosóficos. Este proceso se consolida en la modernidad, con aquel falso ideal de progreso, de una sociedad calculada, basada en totalitarismos que utilizaban la propaganda política como arma ideológica para controlar a las masas. La existencia de la realidad única y universal existente que dejaba de lado al observador, encontró sus contradicciones y potencialmente se vieron los peligros que conducían estas configuraciones sociales.
El postmodernismo resalta la importancia romper con esos discursos únicos, que configuraban los destinos de la sociedad, a cambio se introduce la relativización de la objetivación del mundo. Pasa a concebirse como incompleto, inabarcable. La realidad (como hechos), toma el lugar de la historia. Esta relativización y formas de ver la realidad han producido también una ineficacia en la veracidad de esos hechos, en esta especie de vale todo.
Se cree que la necesidad actual de desnaturalizar y de comprender cómo es que el poder, la política, el mercado de capitales, la cultura, la comunicación, Internet, etc. intervienen en la producción de nuevas subjetividades, hegemonías y desigualdades. A la vez que se sitúan como herramientas tendientes a favorecer procesos de transformación y emancipación locales.
Se cree que en este último punto, el arte multimedia puede favorecer una relación más profunda a nivel cognoscitivo, tomando como ejemplo, las posibilidad que la interacción entre el espectador/obra nos presenta para una mayor comprensión de los mensajes. Ampliar la capacidad crítica, ante lo que se nos muestra como la realidad.