La narrativa policial latinoamericana, escrita desde fines del siglo XX, rara vez es complaciente con el ideal de justicia de la burguesía; cuestiona las voces autorizadas y se distancia de lo legal o legítimo. En El cielo llora por mí (2008), de Sergio Ramírez, la violencia y el crimen, tópicos clásicos en cualquiera de las variantes del género, constituyen elementos condensadores de la situación institucional y social posrevolucionaria nicaragüense. La dinámica del narcotráfico enfrentada a una concepción heroica de la justicia, en el contexto de una revolución perdida, permite configurar una pintura de personajes perdedores, en un contexto derrota.