Varios autores distinguen un potente ciclo de protesta entre 1969 y 1975, desarticulado por el proceso genocida experimentado en nuestro país (Ramírez y Viguera, s/f; Santella y Scodeller, 2012; Svampa, s/f). Trabajando con el discurso que la prensa gráfica teje sobre este fenómeno, este trabajo se propone analizar las representaciones construidas en torno a los actores movilizados y sus motivaciones, a efectos de comprender los modos en que aquélla contribuyó a la configuración de la otredad negativa titulada “delincuencia subversiva”.
En esa primera fase genocida se da la simbólica marcación del “otro” a ser exterminado. Mediante este proceso, se busca “[…] delimitar dos campos: los iguales, los sujetos cotidianos, mayoritarios, como distintos cualitativamente de los otros, de aquellos que no quieren ser como todos y, por lo tanto, que no deben ser” (Feierstein, 2011: 218).
Tomamos como fuentes primarias los periódicos argentinos La Prensa y La Opinión, ambos de amplia circulación durante la época. El primero, fundado en 1869 por José C. Paz, estuvo estrechamente ligado desde sus inicios a capas sociales liberales, conservadoras y tradicionalistas, así como expresó un profundo antiperonismo. En contraposición, La Opinión, el diario de Jacobo Timerman, comenzó a circular hacia abril de 1971, identificándose con la oposición a la presidencia de Lanusse y a la “Revolución Argentina”, en general. A diferencia de La Prensa, que aún continúa difundiéndose, fue clausurado y expropiado en 1977. Una vez secuestrado Timerman, el “Proceso de Reorganización Nacional” (PRN) continuó publicándolo hasta 1981, modificando completamente su estilo y línea ideológica (Porta, 2010).