La arquitectura ocupó durante de la década del 50 en la cultura brasileña un lugar central, en la medida en que funcionó como un espacio de realización de la utopía modernizadora del país. La literatura, y más específicamente la Poesía Concreta, se valió de recursos del lenguaje arquitectónico como un modo de legitimar su propia escritura. Uno de los efectos que provocó este proceso fue que los diferentes lenguajes artísticos fueron perdiendo especificidad. En 1972, el poeta Waly Salomão publica Me segura qu’eu vou dar um troço, libro diagramado por Hélio Oiticica, en el cual la dimensión visual es relevante, en la medida en que tanto la disposición tipográfica como la presencia de fotografías dotan al texto de un carácter que excede su naturaleza literaria, para conformarse también como un libro-imagen. Este trabajo se propone reflexionar acerca del modo en que el uso expresivo de la imagen en Me segura qu’eu vou dar um troço pone en cuestión la asociación técnica/racionalidad propia de la ideología estética del arte moderno.