El silencio característico de todo régimen de facto impuesto por la última dictadura en Argentina (1976-1983) se extendió sobre la postdictadura. El acallamiento de toda voz disidente y contraria durante el gobierno militar tuvo su correlato en el silenciamiento de lo sucedido, bajo el pacto de silencio de los represores en un primer momento y en el manto de silencio tendido por sucesivos gobiernos democráticos, en una segunda instancia, amparados muchas veces en el irrisorio argumento del olvido de los hechos en pos de la reconciliación y la reconstrucción democrática, argumento que rozó los extremos de la radicalización del olvido en intentos de destrucción de lugares que constituían pruebas fundamentales del horror. Las décadas de impunidad dejan al margen el relato de quienes retornaron de esa lógica paralela, siniestra y ominosa del mundo de los represores y la tortura, a la realidad corriente (La Capra, 2006, pp. 161-162).
(Párrafo extraído a modo de resumen)