Desde fines de la década de 1990, el gobierno municipal de Rosario ha planificado e implementado una serie de iniciativas públicas destinadas a consolidar la ciudad como una urbe creativa, ávida de recibir inversiones de capitales empresariales nacionales y/o extranjeros sustentada en la cultura, la innovación, como un territorio seguro (Sánchez y Ginga: 2014), con protagonismo y conectividad nacional y global, tal como versa en el Plan Estratégico Rosario 2010-2018.
A partir de una contundente decisión política, Rosario debía y debe constituirse en una urbe emprendedora y empresaria, facilitando y acompañando desde los diversos sectores gubernamentales éste rumbo. Pero no sólo el sector público es protagonista del proceso, el sector privado se constituye como un partenaire fundamental. La cooperación público-privada se torna, una herramienta primordial del gobierno urbano que inicia la gestión (Brizuela, 2015). La pregunta que cabe frente a ésta “sinergia pública – privada” se vincula a cuál es el objetivo de dicha cooperación; qué tipo de políticas públicas son engendradas por los gobiernos locales con este partenariado empresario; qué rol tienen destinado los gobiernos locales en los últimos años en nuestro país.