En La larga revolución, Raymond Williams escribe que la novela realista pasó de moda junto con el cabriolé, inmediatamente asume que en las novelas modernas los criterios del realismo aún son válidos. Cómo leer literatura de Terry Eagleton tiene un punto de partida similar: “Igual que la danza folklórica irlandesa —escribe— el arte de analizar obras literarias está en las últimas” (p. 11). Mientras que la afirmación de Williams se relativiza para admitir la persistencia del realismo, Eagleton arroja su provocación sin mayores especificaciones y la deja flotando con la misma fuerza de verdad con la que la enuncia. Si aceptamos que el arte de analizar obras literarias es una práctica perimida, en todo caso vuelve del pasado en cada texto y en cada clase que sin considerar su fin, emprende la lectura con el deseo de la teoría, un deseo que podría traducirse en la búsqueda de abstracción y de asociación, practicadas desde una perspectiva que persigue un modo de construir pasajes entre conceptos y casos. Es cierto que ya no hay muchos críticos que sin limitarse a un corpus pequeño y sin abordar solo los nombres o las obras esperables de un campo de especialización, abarquen tantos ejemplos y tantos autores para intentar lo que Eagleton se propone: recuperar una disciplina que le parece correr peligro de extinguirse para siempre.