Todos sabemos que las expresiones artísticas se alimentan entre sí. Sería más preciso decir que quienes lo hacen son los artistas, cuando se identifican con una obra ajena y encuentran en ella la fuente de inspiración que les activa el genio.
Por eso decimos que el arte se retroalimenta. Pero en ocasiones, gracias a esta dinámica, surgen ‘matrimonios’ entre diferentes tendencias artísticas. Llamo ‘matrimonio’ a la sincronización que se da entre dos formas de arte, a un vínculo recurrente que surge entre artistas de distintos tipos de expresión a la hora de crear.
Al hablar de esto, el primer ejemplo que suele venir a nuestro pensamiento es el Cine. Pero el afán de la industria ha transformado al Séptimo Arte —salvo algunas honrosas excepciones— en un monstruo que devora novelas, comics, video-juegos, y aún otras películas, destrozándolos, con el propósito de excretar algunos productos de mediocre calidad. A esto yo denomino ‘parasitismo creativo’, y no tiene que ver con la idea que trato de esbozar.
(Aunque de todas maneras, para demostrar que la relación entre rock y ciencia ficción es tan amplia que abarca diversos formatos, consignaré algunos ejemplos cinematográficos casi ineludibles.)