Cuando hace 7 años, comencé a desempeñarme en la docencia, siempre tuve la idea de trabajar en el interior de mi provincia, o sea, en la ruralidad. Quizá porque siempre me intrigo la vida de ahí, o porque nunca tuve la posibilidad de conocer lo que aquí llamamos el “campo”. Fue en una escuela primaria (en la cual todavía sigo) de la localidad de El Rodeo, departamento Choya, situado a unos 75 km de la capital de Santiago del Estero.
Las primeras dificultades encontradas: Fue todo un desafío el iniciarme en ese contexto y no tarde mucho en darme cuenta los pocos recursos y conocimientos con los cuales contaba para mis clases, creo que el principal problema radicaba (o así lo creía) en que en el profesorado nunca se nos había preparado para la enseñanza en estas realidades, o sea, no solo en lo rural, sino en ningún otro en donde las condiciones para el dictado de clases no se viera favorecida por cualquier motivo. Toda instrucción y enseñanza que recibimos fue para escuelas “normales”, si podemos llamarlas (mal) así, con un espacio físico óptimo, con materiales a disposición y el número de alumnos ideal para que las clases se den de la mejor manera posible. Entonces el iniciar en ese contexto fue chocar contra un muro de frente en mis primeras clases, un muro que afectaba también mi planificación y programación por todas condiciones antes mencionadas.
Tal como lo aclaran Atchorarena y Gasperini (2004) la educación de los habitantes en zonas rurales ha sido un tema relativamente descuidado a nivel mundial, debido fundamentalmente a las características estructurales que presentan las regiones rurales (baja densidad y dispersión poblacional, grandes distancias entre centros poblados, carencia de infraestructura básica, mayores costos per cápita para la provisión de servicio, etc.) y al marcado sesgo urbano presentes en las políticas implementadas por los diversos estados nacionales.
No solo los recursos, infraestructura, cantidad de alumnos, etc. son los principales aspectos a tener en cuenta en la ruralidad, también otro muy importante es la idiosincrasia de los pobladores de allí, tanto alumnos como padres, vecinos, etc., o sea, las características socio- emocionales y culturales de estos, ya que el conocer estas nos facilita mucho nuestro accionar, y como es sabido, presenta particularidades distintas a las de las ciudades más urbanizadas.
Suele criticarse en el presente los planes, programas o propuestas hechas en el pasado y calificarse negativamente sin tener en cuenta las condiciones socioculturales que rodearon tales constructos, muchas veces sin reflexionar, si lo que se plantea hoy como moderno, realmente supera los desfases del pasado (Gracia Díaz, 2007: 8).