Las instancias de concepción y proyecto del espacio arquitectónico necesitan, ineludiblemente, una representación mental y una objetivación visual del mismo. Una aproximación al tema desde la Geometría, permite profundizar racionalmente las lógicas intervinientes en el sustrato de la generación que está implícita en el proceso proyectual. Considerar a la estructura espacial como la esencia de todo proyecto y obra de Arquitectura -desde criterios compositivos y tipológicos- ha dirigido el análisis de estudiosos y críticos desde el siglo XIX a la actualidad. Ya en el año 1897, August Schmarsow, en su obra Barroco y Rococó (1897) afirmaba: “la Arquitectura es arte en la medida que el proyecto del espacio prima por encima del proyecto del objeto. La voluntad espacial es el alma viviente de la creación arquitectónica.”
En el marco de una evolución del estudio de las estructuras espaciales, se consideró de especial interés para esta investigación, el aporte metodológico -entre otros- de Colin Rowe, que consiste en comparar edificios y ciudades de diferentes épocas y culturas, con la intención de establecer fuertes relaciones en sistemas formales aparentemente distintos. Es posible que este procedimiento inductivo -que identificaba rasgos o características particulares en hechos arquitectónicos que, desde cierta óptica historiográfica, parecían no tener relación- tuviera su origen en los sistemas de parentesco de la teoría estructuralista planteada por Claude Lévi-Strauss. Pero es indudable su herencia metodológica del Warburg Institute, basada en la atemporalidad y la interdisciplina. Con él, Rowe pretendió descender hasta las formas esenciales de la Arquitectura. Es necesario aclarar, que en el análisis comparativo que realiza, la noción de figura–fondo de una obra o de un espacio urbano, alude al concepto fundante de lleno–vacío, sistema interactuante que sirve de base a grandes debates arquitectónicos y en el que, se sobrentiende, la Geometría está implícita.