Los alemanes en Colombia, en menos de una década, pasaron de ser una migración apetecida y estimada para transformarse en un colectivo indeseable y sospechoso. Claramente, el nazismo contribuyó fuertemente a modificar esta mirada. Si revisamos su proceso, el nazismo se expresó en Colombia de una manera consistente y con un tiempo de consolidación de casi ocho años (1933-1941), con actividades de difusión, celebraciones y mítines políticos. Reunió a niños, jóvenes y mujeres y se publicitó como cualquier Partido político del tiempo: promocionado sus encuentros en la prensa y exhibiendo sus ideas en diarios, folletos y programas de radio. Tal vez, esta exhibición o la confianza que les otorgaba ser una colectividad tan estimada en el país hizo que los alemanes se manifestaran más desprevenidos o, incluso, atrevidos con sus simpatías políticas. No obstante, cuando la criminalización del nazismo se transformó en una política y en una razón de estado en el medio de la guerra, todos los alemanes, entendidos como enemigos, fueron considerados amenazantes y peligrosos. La guerra contra el nazismo, se transformó en una guerra en contra de los alemanes y esta lucha incluyó a todos los miembros de una muy heterogénea colectividad, entre la que habían: judíos, refugiados políticos, comunistas, socialdemócratas y apolíticos.