La expresión flipped classroom o clase invertida comenzó a utilizarse con frecuencia a partir de la publicación del libro Flip your Classroom escrito por los profesores de química estadounidenses Jonathan Bergmann y Aaron Sams. En sus palabras, básicamente, la expresión se refiere a alterar las tareas tradicionalmente realizadas en el aula y las realizadas en el hogar (2012: 13). Es decir, la presentación del contenido curricular tiene lugar en la casa, antes de la clase, y el trabajo sobre su compresión y aplicación se lleva a cabo en la clase.
En la clase invertida, el rol docente se parece más al de un tutor que aclara conceptos y guía en la resolución de problemas que al de un expositor de contenidos o un instructor. Se busca favorecer la comprensión de los nuevos contenidos y satisfacer las necesidades de los estudiantes a través de una participación más activa durante la clase, ya que están en mejores condiciones para plantear preguntas, discutir o aplicar los contenidos debido a la exposición más temprana que han tenido a estos. Esta herramienta pedagógica favorece el aprendizaje colaborativo al permitir que se utilice el tiempo de clase para el trabajo en equipo y la resolución de retos grupales, además del intercambio de conocimientos que se genera entre docentes y estudiantes, que también potencia este tipo de aprendizaje. Según Arrobas Velilla y otros (2014), se trata de un modelo “que plantea actividades colaborativas sincrónicas tales como práctica y aplicación, así como asincrónicas basadas en autoaprendizaje y evaluación fuera del aula”.