Las llamadas identidades de género se asientan en sistemas u órdenes de géneros concretos, propios de formaciones socioculturales específicas que transforman datos de la naturaleza en hechos de la cultura, dotando de significación, valor, prohibición y prescripción a aquello que proviene de la biología como huella de diferencia en la especie y constituyéndolo a la vez en marca de origen y basamento del orden social.
El registro etnográfico ilustra cómo las sociedades humanas han conceptualizado y organizado simbólicamente esta diferencia en términos de relaciones de desigualdad (Balandier, 1975).
Desde nuestro trabajo en el campo de la migración y entendiendo en el sentido expresado que la experiencia y las relaciones de género son relaciones de fuerza, y que el estado pasado, presente y futuro de las mismas es el resultado de la acción y reacción de condiciones presentes en la interacción, en coyunturas históricas y contextos socialmente estructurados, registramos las trayectorias diferenciales de hombres y mujeres, considerando que los cambios en las relaciones entre los mismos y el impacto en las posiciones de género como consecuencia de los procesos migratorios no son homogéneos y, por lo tanto, no pueden generalizarse.
En este sentido y a partir de las líneas de indagación desarrolladas desde el Centro de Estudios Aplicados sobre Migraciones, Comunicación y Relaciones Interculturales -CEAMCRI- nos proponemos en este trabajo puntualizar sobre continuidades o procesos de transformación en mujeres que han experimentado o experimentan la situación de migración, entendiendo que la misma -aun en condiciones de máxima restricción- presupone para las poblaciones migrantes la apertura de un escenario de experimentación que puede potencialmente reconfigurar las prácticas y los sentidos particulares sobre el mundo.