El primer descubrimiento de manuscritos en el desierto de Judá ocurrió aproximadamente hace diez años. Fueron beduinos de la tribu de Taamireh los que, al pastorear sus ganados, dieron con la cueva de Ain Feshkha (ahora Qumran 1 o 1Q) y encontraron en ella algunas jarras que contenían manuscritos envueltos en tela. Los beduinos ofrecieron en venta las jarras y los manuscritos por medio de un mercader de antigüedades de Bethlehem. Tras largas negociaciones resultó comprador de algunos de los rollos el obispo del convento sirio de San Marcos en Jerusalem, Mar Athanasius Samuel; otros fueron adquiridos por Eliezer L. Sukenik, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalem.