La crisis del “Proceso de Reorganización Nacional” tras la derrota en la Guerra de Malvinas en 1982 no sólo supuso el final por “colapso” de la dictadura –según lo expresara Guillermo O´Donnell (1994)- también abrió una profunda crisis profesional en el Ejército que se evidenció en los siguientes ocho años en la imposibilidad de los jefes de Estado Mayor General y de los cuadros superiores de legitimar sus conducciones ante oficiales jefes, oficiales subalternos y suboficiales. Al mismo tiempo, las intervenciones políticas y presiones corporativas ejercidas por las conducciones y sectores de las Fuerzas Armadas sobre el gobierno nacional y partidos políticos fueron una característica distintiva de la denominada “transición democrática”, esto es, desde la asunción del presidente Raúl Alfonsín el 10 de diciembre de 1983 hasta la represión del “levantamiento militar” carapintada el 3 de diciembre de 1990 conducida por el entonces subjefe del Estado Mayor del Ejército el general Martín Antonio Balza durante la presidencia de Carlos Menem.1 Los dos primeros “levantamientos” –abril de 1987 y enero de 1988- fueron conducidos por el teniente coronel Aldo Rico, el tercero –diciembre de 1988- por el coronel Mohamed Alí Seineldín, y el cuarto –diciembre de 1990- por oficiales que reconocían a este último –entonces detenido en una unidad militar en San Martín de los Andes- como su líder.